Paseé por el pasillo único, de unos tres metros de ancho y cinco de largo, rebuscando entre golosinas, patatas y bebidas. Revisé, tranquilo, la información
Salí sin decir adiós ni hasta luego -no había a quién-, con una terrible sensación de que se me había olvidado algo, sustituida, luego, por una ilusoria idea de trampa lograda, de gratuidad conseguida. Quince segundos después me llegó un mensaje de texto con la cuenta y el respectivo cobro en mi tarjeta bancaria. La tienda era una Big Fish, marca que ya cuenta con tres sucursales en Catalunya (Alella, Mataró y Molins de Rei) y dos en Ibiza.De hecho, las cinco tiendas actuales, que son módulos prefabricados de entre 18 y 28 metros cuadrados, están en estaciones del grupo. En una esquina del Autonetoil de Alella, la Big Fish parece una pecera de cristal, arrinconada tras el surtidor de petróleo, al costado de una sala señalizada como “Área de venta” en que un operador, el mismo que explica en caso de dudas cómo funcionan la gasolinera, el lavado de autos y la tienda, ofrece algunos suministros para coches.Es fácil, simple, rápido, si es que los dedos están habituados a la inmediatez de la tecnología táctil y se ha vivido casi siempre sin la costumbre de traer efectivo porque rara vez es necesario. Rara vez. Módulo de una de las tiendas Big Fish de Ibiza Cedida por la empresaLa empresa ha apostado por la instalación de los primeros módulos en “zonas de confort” -sedes de Autonetoil en pueblos cercanos-, para luego expandirse por más estaciones del conglomerado, que en España alcanzan las 24, con presencia en ciudades como Barcelona y Zaragoza. Después de eso, dice Casanovas, quieren vincularse a establecimientos externos como hospitales, aeropuertos, universidades y oficinas que ven con buenos ojos la posibilidad de tener una tienda que funcione ininterrumpidamente.